Cruzó la frontera sin mapa, sin huella, con sus hijos de manos y fe en las estrellas. Dejó su país, su calor, su acento, por un sur que no abría del todo su viento.
Llegó a Chile con miedo y coraje,
con una historia rota dentro del equipaje. ¿De dónde eres?, le dijeron sin mirar, como si tan solo su piel no pudiera explicar.
Quiso rendirse, más de una vez.
Pero miraba a sus hijos que son su raíz.
Volvió a levantarse, volvió a insistir,
porque como madre salió a construir.
Aprendió a andar por calles de cerro,
construyó comunidad en medio del destierro. Puso su nombre en un taller, en un jardín, ganó respeto, voz, y un nuevo porvenir.
Hoy sus hijos juegan en la plaza del barrio, tiene cuadernos, amigos, calendario. Y aunque aún duela lo que dejó atrás, sabe que en Chile también puede echar raíz, quizás.
No quiere flores, ni un día especial.
Solo un país sin fronteras en lo esencial. Donde ser madre migrante no sea herida, sino canto, trabajo… y nueva vida.
Y tras años de lucha, llegó el buen trabajo, que llena la mesa, sostiene el andajo. Hoy ayuda a su madre, lejos en su suelo, y agradece al destino con firmeza y anhelo.
Construyó un hogar próspero, lleno de amor, con paredes firmes, calor y color.
Y al verla llegar, con ternura en la casa,
sus hijos le dicen: “Gracias, mamá”, desde su alma.
Feliz día Mamá Migrante ♥️